Este reloj perteneció al padre de mi suegra. Ella lo tenía olvidado en un cajón y, al enterarse que me gustaban los relojes, me lo cedió para que lo pusiera a punto y para que lo llevara en mi muñeca en su nombre. Todo un honor.
Respecto a la pérdida de un objeto con tanto significado para uno, aunque se encuentre uno igual, el autoengaño no termina de funcionar... porque sigue sin ser el suyo...
A lo mejor, algún día, moviendo unas cajas, aparece detrás el reloj, cubierto de polvo...
Saludos,
V.V.